La comunicación, además de una competencia transversal, es la principal herramienta para trabajar cualquier objetivo.
Como herramienta es imprescindible para salir del aislamiento o la incomprensión, y llegar a navegar en la relación con los otros.
En la comunicación una premisa a revisar es el sentido en lo comunicacional, es decir, el sentido que damos a nuestro interlocutor, qué significado le atribuimos, cuál es nuestro juicio previo frente a él.
Como ejemplo, en relación a los adolescentes, este sentido está mediado con una construcción del propio concepto “adolescente”. El sentido comunicacional con el adolescente esta disputado y co-construido socialmente por los agentes educadores (padres, familiares, amigos, educadores, la sociedad en donde reside..), en ellos se carece de contemplación de la propia subjetividad del adolescente.
Dotar de sentido a lo comunicacional en la adolescencia requiere primero dar un sentido desde el empoderamiento al significado de «adolescente».
Cualquier discurso hegemónico en relación a la categorización de una persona, que determine el sentido en lo comunicacional, limita la propia comunicación.
A las personas hay que darles la oportunidad de participar en espacios de expresión, diálogo y acción transformadores, que les permitan salir del aislamiento y la incomprensión. De otra forma no hay comunicación, sino aliniación y adoctrinamiento.
Dejar aflorar las propias subjetividades supone anular nuestros juicios personales, sociales, religiosos, políticos, o de cualquier otra índole que nos lleve a su categorización.
En el ejemplo de los adolescentes, la manera de trabajar de forma diferente con ellos es entablando una comunicación horizontal, ponerse a su nivel de forma que el discurso y la práctica les saque del discurso hegemónico de victima o victimarios. Proporcionarles el lugar donde se les permita estar, hacer y ser, decidiendo ellos su propia trayectoria con sentido, donde puedan visionar un horizonte que les oriente.
Casi todos los espacios de reflexión-acción llegan a derivar en acciones personales de mejora personal y de crecimiento, ayudando a considerar y descubrir el propio pensamiento y sentir.
Y se hace imprescindible para ello en la comunicación considerar al interlocutor en la trama de un nosotros, donde seamos acompañados en tiempos y recorriendo juntos los espacios.
La competencia de comunicación desarrollada bajo estas premisas dentro de la relación permite la construcción de equipo.
Comunicar requiere ir adquiriendo habilidades de escucha, de comprensión, empatía y compasión, de capacidad verbal, de diseño, estructura y mantenimiento de canales de comunicación y redes formales e informales, manejo de la información, reconocer estilos de comunicación y saber adaptarse a ellos, reconocer las características y necesidades de los interlocutores, así como aprender a observar hechos, juicios, sentimientos, y reconocer necesidades propias y ajenas. Aprender a hacer peticiones.
Es posible repercutir en el mundo y en la vida de las personas de forma positiva, desde su propio empoderamiento, y con una herramienta, el viaje, andando con ellos, visionándolos desde dentro.
Como cita una reseña de Simón Rodriguez, pedagogo 1769-1854, maestro de Simon Bolivar que enseñaba «diviritiendo», de cuyo viaje con Bolivar a pie por Europa nos dejó esta reflexión:
«En el viaje, especialmente en el que se realiza a pie, los viajeros van dispuestos a encontrarse con diversas experiencias, con distintas personas de muchas culturas. No se encuentran establecidos tiempos concretos, estos dependen de las aventuras que se presenten en el camino. El hombre se interroga e interroga al viaje, el viaje significa una serie de preguntas a las que se debe responder de manera fecunda ya que el encuentro con el otro va generando aprendizajes e iniciativas. En la capacidad de interactuar con las personas y con los pasajes con los que nos encontremos mientras nos movemos estará nuestra capacidad de aprender. Ya no es el maestro el que enseña, el pedagogo es el viaje».