Luis, amigo y maestro.

A los amigos se les acepta como son, si además te quieren, pasas momentos verdaderamente agradables con ellos, además del encuentroLuis es para nosotros un maestro en resiliencia, en prestar ayuda, en ingenio, don de gentes, en visión. En particular un amigo y un líder en quien resueno.

 Hemos conocido pocas personas tan destacadas, él es uno de ellos, un líder de su tiempo. Una inteligencia destacada, rápida y práctica. A Luis le gusta ser perfeccionista y exigente, le encantan los retos, después de leer su historia entenderéis por qué.

  Luis Alvarez Fernandez Luis Alvarez Fernández nació el 4 de Junio de 1926, va a hacer 89 años. Su historia es la de un talento extraordinario, incomprendido y dominado por las circunstancias, que le forjaron una personalidad dura en apariencia y muy emocional en su esencia.

   Nació en Fitoria, Oviedo, hijo de carpintero y ama de casa. Durante su infancia hasta 1936 fue a la escuela de Mariano Cabezón, «como era habitual en la época en el aula no faltaba una buena vara de avellano«. Cuenta Luis como cada vez que el profesor le cogía su libreta la usaba de medida para castigar a otros compañeros, por la expresión de su cara se entiende que esto le traía después no buenas consecuencias en el grupo.

   Lo que mas le gustaba, dibujar y escribir. Lo que mas le costó aprender, la resta.

   Estalló la guerra. Desde 1936 a 1939 lo que permanece grabado en su memoria es el recorrido entre Cayés y Fitoria, para llevar la burra y el ganado a pacer a los prados de Fitoria, a la vuelta escuchar cómo silbaban cerca las balas.

   Francisco Díaz Vázquez con 13 años le adopto como aprendiz en su carpintería de Argañosa, era su padrino, entonces el padre de Luis que también era carpintero allí, optó a una plaza en Hidroeléctrica, por lo que le pasaron a llamar «El Marques» heredando el mote del padre.

«Desde las 7:15 empezaba limpiando el taller y la inundación de los fosos de los motores que se llenaban de agua todas las noches de un manantial cercano. Lo primero que me enseñaron fue a manejar el cepillo en una tabla que manchaban con tiza, a hacer clavijas que si no hacías bien, te pegaban. Con 14 años ya hacia estuches de madera. Al mismo tiempo los miércoles íbamos a aprender la instrucción al centro de juventudes, donde pude estar en artes y oficios, empecé a aprender aritmética y geometría, el dibujo lineal me encantaba, recuerdo estar de noche con un candil dibujando y la mala suerte de manchar con alguna gota de aceite del candil y tener que volver a repetirlo«. Luis quedó el número uno de su promoción.

   Con un profesor empezó a preparar su ingreso en la fabrica de armas, cuando se enteraron que su padre era «rojo» no le dejaron entrar, con lo que acabó en el taller de Avelino hasta los 21 años donde llegó a ser encargado. Al mismo tiempo en el patio de la casa de su suegra empezó su carpintería, «como tenía solo 28 metros cuadrados, cuando tenía que hacer una pieza grande la madera salia ocupando la acera y los vecinos protestaban«.

   La madera y la independencia le llamaba (esta parte de su historia nos muestra su espíritu inquieto y su momento de crecimiento personal). Opto por cubrir sus necesidades de forma que le dejara tiempo para su carpintería, su plan fue o guarda municipal o acomodador de cine. Consiguió ser acomodador (e incluso llegó a sacar la plaza de guarda municipal que no aceptó) desde 1955 a 1965, y carpintero en 28 mts, descansando solo los martes.

   Su carpintería empezó a crecer, con el miedo y la responsabilidad que suponía empezar desde la nada  y acabar teniendo a 40 personas a su cargo. Su obra más emblemática la carpintería del edificio de Las Salesas en Oviedo. («Habia dias que me acostaba a las 2 de la mañana, llevaba personalmente la contabilidad y la gestión del taller, al final tuve que contratar las cuentas a alguien«). He podido sentir su angustia de aquellos tiempos teniendo que gestionar muchas veces por intuición sin estar preparado.

   Hoy cuenta que reconoce a un carpintero nada mas verlo, sólo con la forma de coger la herramienta. «Hoy no hay carpinteros«. Sobre su talento tiene una frase, «saber ver antes que dibujar, y poder dibujarlo antes de crearlo«.

   De la educación que recibió le queda la impronta de sentir rabia frente a un error, y no poder dormir hasta corregirlo (¿os imagináis lo que algo así ha supuesto en la vida personal de Luis?). O el deseo frustrado de ser médico, por que «cuando en casa alguien se ponía malo, llamaban al médico, y parecía Dios»(¿que supone para un niño la angustia de esperar por un médico para curar a un ser querido?).

Hoy le he preguntado, ¿cual es tu secreto? a lo que contestó «suelo hacer lo que me gusta, cuando no sacas gozo de algo,  déjalo«.

Con añoranza ha confesado que «el único patrimonio que tuve fue mi mujer, Maruja, una bellísima persona«, y «si volviera a nacer tendría sólo lo que hiciera falta en el día, por que hay muchas espinas hasta llegar a las rosas«.

Y es que este niño, que empezó deseando ser médico, y acabo siendo carpintero mientras pagaba su sueño acomodando en butacas y aprendiendo de películas antiguas, reconoce que empezó en broma y se vio desbordado, llego un momento que o seguía o se tiraba y decidió seguir, y hoy hubiera preferido vivir de otra manera para ser feliz«.

Luis, carpintero y empresario que fue, a sus 88 años no para quieto. Mente inquieta dispuesta a echar una mano a cualquier vecino/amigo que se lo pida. Disfruta al segar del olor de la hierba, echando de comer a sus perros, poniendo llaves de paso en la finca, podando arboles, charlando con amigos, y yendo a recoger a su mujer al centro de día, disfrutando con los cursos de informática en el Telecentro de Posada de Llanera, y reviviendo recuerdos como cuando recogió a sus 84 años la medalla de oro del Centro Asturiano en su 20º marcha a Covadonga.

¿Cuantas horas creéis que estuvo practicando?, ¿de que tuvo que prescindir?, ¿cuales fueron sus para qué?, esta es su vida, solo él la ha vivido, solo él conoce todas estas respuestas. Y, ¿si fuera tu vida?, ¿cuales serían tus respuestas?….El no lo tuvo fácil y pudo, descubrió su talento y se enfoco en él. Luis nos enseña que cuando estamos disfrutando, no dejarnos apagar ni por el éxito, ni por el fracaso.

Gracias Luis, con pocas personas he podido compartir tanto como contigo.

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